El campo de la comunicación está en la agenda política y mediática como pocas veces. ¿Cómo empezó todo esto? El paro del campo, las retenciones, un conflicto que nos es presentado como “entre el campo y el Gobierno”, los medios masivos, un observatorio de discriminación, la Facultad de Ciencias Sociales tomando parte, y todos los demás alrededor, opinando. También están nuestras preguntas: ¿la única opción es decir “sí” o “no” al Observatorio? ¿Toda la discusión va a pasar por eso?
El llamado “conflicto del campo” trascendió el ámbito de las disputas económicas entre sectores del agro y del gobierno (además del lugar privilegiado que adquirió en la opinión pública), y trajo a la luz viejas problemáticas que no hallaban espacio: desde la ecología y el cuidado del medio ambiente en la producción agropecuaria, hasta el papel de los medios de comunicación en el tratamiento de la información y el análisis de los conflictos.
Los medios masivos siguieron pormenorizadamente el tema, operando bajo la misma lógica en que habitualmente lo hacen. A partir de esto, la Facultad de Cs. Sociales se pronunció por medio de dos comunicados. En uno apoyaba la política del gobierno, y en el otro repudiaba el rol que los medios masivos habían adoptado al difundir enunciados cargados de contenido discriminatorio. Alertado por la Facultad, el Gobierno resolvió relanzar el llamado “Observatorio” de discriminación en los medios, invitando a unirse a la Facultad de Sociales al emprendimiento.
En relación con el mencionado conjunto de discursos que los medios elaboraron durante el conflicto, podemos ver que la polémica no debería desatarse únicamente en torno a la discriminación que se enuncie, sino especialmente por los intereses de fracciones de clases representados bajo la forma de interés general (rasgo distintivo de los medios masivos profundamente concentrados en pocas manos, en este y cualquier tema que se trate), que plantean una situación dicotómica, campo versus gobierno, que pretende incluir a todos en alguno de sus polos.
Acerca del relanzamiento del Observatorio de medios, las reacciones que provocó en distintos sectores de la sociedad fueron variadas, pero en líneas generales en posiciones interpretables como “o con los medios o con el gobierno”. Polarización con la que no nos identificamos. El debate alrededor del Observatorio de Medios tiene su origen en el reciente conflicto del campo, recordamos. No sólo porque la cobertura mediática de este conflicto sirve como ejemplo -y sólo como ejemplo, porque no escapa de la lógica habitual- de los contenidos cuestionables producidos por los grandes medios en sus discursos, sino por los actores sociales involucrados. El Grupo Clarín tiene estrechos intereses en común con sectores del campo, al igual que La Nación (ante cualquier duda, la palabra clave es Expoagro). En este sentido, la oposición al Gobierno es la misma y, al igual que a lo largo del conflicto del campo, la dicotomía forzosamente planteada (en aquel caso “o con el campo o con el gobierno”) no abarca realmente a la totalidad que pretende. La virtual polarización del conflicto fue aceptada sin más incluso por una parte de la izquierda, que por mera oposición al gobierno se alineó discursivamente a los medios de comunicación hegemónicos, en contra de una supuesta censura gubernamental pero, en definitiva posicionándose en un lugar con el que no debería identificarse.
Nosotros creemos que un observatorio de discriminación no es innecesario, pero que el debate no debe dejar de lado el análisis de quiénes son los que están de cada lado, y en qué momento sacan los ases de la manga. El Observatorio es un arma sacada a relucir estratégicamente por el Gobierno, y en este sentido no la apoyamos ni tenemos expectativas en su funcionamiento. Como bien dicen, es una herramienta que existe desde hace años, y entonces nos preguntamos ¿qué hizo para no fomentar la discriminación? Evidentemente, no es casual que en medio de este conflicto sea reimpulsado.
Pero el debate que ha suscitado, aunque mal planteado, trae a la superficie la necesidad de una revisión real del rol y la situación actual de los medios de comunicación. ¿A qué medios se pretende controlar mediante el Observatorio? A aquellos que, en esa masividad irrepresentativa teñida de clase-media, a veces muestran la hilacha, coherentemente con la ideología de los sectores a los que realmente pertenecen y representan. No creemos que esté mal controlar si un medio utiliza expresiones discriminatorias -aunque para ahondar en el tema de la discriminación sería una herramienta más que insuficiente-. Pero sabemos que la situación no se va a revertir por “observar” a los medios cuando muestran la hilacha, mientras el sistema de medios permanece intacto. ¿En nombre de qué libertad de expresión reacciona La Nación? ¿La misma que exigen las radios comunitarias que no son reconocidas por la Ley de Radiodifusión?
Por otra parte, es repudiable el accionar de la Facultad de Ciencias Sociales, su pronunciamiento y su participación en el Observatorio. No sólo por el gesto de adhesión al gobierno en una doble dicotomía mal planteada, sino porque con esto contribuyó a tapar nuevamente las disparidades actuales del mapa de la comunicación y porque, aduciendo “cumplir con su obligación” denuncia en este caso puntual una ideología que es moneda corriente en los medios masivos, pero no hace nada en favor de una verdadera libertad de expresión. A pesar de que la Facultad dice que hizo lo que correspondía, y que es una tergiversación de los hechos interpretar la participación en el Observatorio como un alineamiento con el Gobierno, “casualmente” después de la reunión de Schuster con Cristina por este tema se destrabó la firma del convenio y la financiación para continuar las obras de nuestro largamente demandado Edificio Único. Un intercambio de favores que no da lugar a muchas interpretaciones.
Este es un conflicto que nos interpela directamente a todos nosotros, como comunicadores/comunicólogos y como estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales. Más allá de que tomemos parte en el conflicto, y más aún si nos vemos excluidos de la discusión –porque no somos ni un medio masivo ni el gobierno-, tenemos que aprovechar el debate suscitado para plantear qué medios necesitamos. Los problemas del actual sistema de medios no van a solucionarse con un Observatorio, ni con quinientos. La Facultad se pronuncia en este caso, pero hay dos problemas de fondo, si no más, que permanecen intactos con o sin estas iniciativas. Uno compete a la sociedad entera y el otro es preponderantemente comunicacional: por un lado, los mensajes que se producen, altamente cuestionables, reproducen una ideología que existe más allá de la libertad de enunciarla de los medios masivos, y un observatorio, aún en su mayor eficiencia, la esconde pero no combate; y por otro lado, debido a la concentración de medios, sólo un pequeño espectro de la ideología dominante tiene su espacio y la libertad de expresarse, y por “observar” lo que dicen no se está democratizando el acceso a la información. La democratización del sistema mediático implica una pluralidad de voces que correría del centro de poder al pequeño sector que hoy hegemoniza la producción de sentido, y es en ese sentido que debemos abrir la discusión y dar la pelea, por una nueva Ley de Radiodifusión y un verdadero derecho a la información, y no acerca de la participación o no de la Facultad de Ciencias Sociales en un Observatorio del Gobierno que oficia, en todo caso, de tijera que recorta las hilachas de los medios masivos. Esos son parches al sistema de medios que denunciamos, y guiños entre la gestión de la Facultad y el Gobierno nacional; no son el problema de fondo ni ahí está la solución.
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